EL CONTURBENIO JUDEO-MASÓNICO
La bibliografía relacionada con la Masonería y el Judaísmo es tan
copiosa como —en muchos casos— carente de valor, y abarca toda una
amplia gama de literatura que va desde los libros y revistas
especializados a los simples artículos de prensa, folletos, hojas y
panfletos.
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Vicente de la Fuente y Condón (1817-1889),
catedrático de derecho canónico, Rector de la Universidad Central
y autor de "Historia de las Sociedades Secretas antiguas y
modernas, y especialmente de la Francmasonería" (Madrid, 1874) |
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Hay quienes se preguntan si la
Francmasonería es judía; otros identifican sin más a los masones con
los judíos, o a éstos con la tolerancia moderna, o con el odio a la
Iglesia. Estas características del peligro judeomasónico contra la
Iglesia católica y algunos países en concreto, como, por ejemplo,
España, han sido copiosamente cultivadas, entre otros, por Vicente de
la Fuente en su Historia de las Sociedades Secretas antiguas y
modernas, y especialmente de la Francmasonería (Madrid, 1874);
Tirado y Rojas, La Masonería en España (Madrid, 1893), y Las
Tras-logias (Madrid, 1895), y Nicolás Serra y Causa, El
Judaísmo y la Masonería (Barcelona, 1907), en los que domina la
idea fija de que el Judaísmo es el padre y origen de la Masonería y de
cuanto de malo y revolucionario ocurre en el mundo.
Por lo que respecta a Francia,
hay que citar a J. Bertrand, La Francmasonería. Secta judía nacida
del Talmud (París, 1909) y, sobre todo, a monseñor Jouin, uno de
los cerebros del antisemitismo más exacerbado, con su obra,
ampliamente difundida y traducida, El peligro Judeo-Masónico. La
Judeomasonería y la Iglesia Católica (París, 1921), donde analiza
a los fieles de la contra-iglesia, es decir, a los judíos-masones, así
como sus actos, con una explicación simplista y parcial de la actitud
anticlerical adoptada en Francia por el Gran Oriente en los
años de auténtico enfrentamiento dialéctico religioso.
Otro de los preocupados por la judeomasonería fue León de Poncins, con una serie de trabajos tan
obsesionantes y de tan escaso valor como los de monseñor Jouin. Entre
las obras de Poncins editadas en España hay que destacar la titulada
Las fuerzas secretas de la Revolución. Francmasonería y Judaísmo
(Madrid, 1936). Por esos años, Teodoro Rodríguez publicaba sus
Infiltraciones y juedomasónicas en la Educación Católica (Madrid,
1932), y V. Justel Santamaría su obra Bajo el yugo de la Masonería
judaica (Sevilla, 1937). En 1940, Juan Segura Nieto editaba un
librito titulado ¡Alerta! ¡Francmasonería y Judaísmo!, que
enlaza precisamente —al igual que las obras de Poncins— con un tipo de
literatura, publicada también en Alemania y Francia, de autores como
Erich Schwarzburg y Georges Virebeau, donde se estudia la guerra civil
española del 36 como fruto de la complicidad judeomasónica, por una
parte, y de la judeobolchevique, por otra.
En la misma línea habría que
citar a autores como Tusquets, Carlavilla, Comín Colomer y, sobre
todo, el marqués de Valdelomar y César Casanova, en los que la
obsesión constante del peligro judío y de sus identificación con la
Masonería alcanzan límites verdaderamente patológicos.
Dentro de los tópicos desarrollados por un cierto tipo de literatura antihebráica y antimasónica identifica a la masonería con el judaísmo
internacional o el peligro judeo-masónico contra la Iglesia católica.
Pero en la mayor parte de los casos la única fuente de información son
los célebres
Protocolos de los Sabios de Sión en donde la Masonería es señalada
como uno de los medios utilizados por los judíos para apoderarse de
las palancas del mando de la sociedad.
Los
Protocolos
En 1905 un ruso, Sergei Aleksandrovick Nilus, publicaba en la imprenta
de Tsarcoïe Selo, un libro. En el prefacio declara lo siguiente: «En
1901, conseguí de una persona que yo conocía… un manuscrito que puso a
mi disposición, en el que, con una precisión y una verdad
extraordinarias, se exponía el desarrollo de la conjuración judeo-masónica
mundial, que debe conducir a nuestro corrompido mundo a su inevitable
ruina. Este manuscrito, bajo el titulo general Protocolos de los
Sabios de Sión, lo someto aquí a todos los que deseen entender,
ver y comprender».
En otoño de 1919, un alemán, el capitán Müller von Hausen tradujo,
bajo el seudónimo de Gottfried zur Beck, los Protocolos dedicado «a
los príncipes de Europa» como advertencia para que se pusieran en
guardia contra la conspiración judía que amenaza a los tronos y
altares. Esta edición de los Protocolos fue patrocinada por la nobleza
alemana y apoyada por el príncipe Otto von Salm, el príncipe Joaquín
Alberto de Prusia y el propio ex-kaiser Guillermo, que denunciaban sin
cesar el peligro judío y veían en los Protocolos la explicación de las
desgracias de Alemania.
El éxito editorial de los Protocolos
es indiscutible. Sin embargo, cuando se analiza críticamente ese plan
de reorganización de la sociedad llama la atención su simplismo.
Maquiavelo y Napoleón III
Todas las fuentes de los Protocolos son conocidas nada menos que desde
1921. Los días 16, 17, 19 de agosto de ese año el Times publicó
toda la historia. Su corresponsal de Constantinopla había encontrado
en una caja de libros, abandonada por un oficial del antiguo ejército
del Zar de la policía política, la Ojrana, un volumen escrito en
francés. Al leerlo, se dio cuenta que contenía pasajes estrictamente
paralelos al texto de los famosos Protocolos. Se trataba de una obra
del abogado parisino Maurice Joly, titulada Diálogo de los
infiernos entre Maquiavelo y Montesquieu, o la política de Maquiavelo
en el siglo XIX. Estaba publicada en Bruselas por A. Mertens el
año 1864 y tenía un total de 337 páginas más una advertencia de tres
fechada en Ginebra el 15 de octubre de 1864. Se conservan ejemplares
de esta edición, entre otras, en la Biblioteca Real de Bruselas (Cota:
III. 2151).
El fin de toda la obra no es otro que dirigir una violenta sátira
contra la política de Napoleón III. El nombre de Napoleón sin embargo
no es pronunciado ni una sola vez. Es Maquiavelo el que habla en su
lugar. Montesquieu juega el papel de hombre honesto al que
escandalizan la hipocresía y el cinismo de su interlocutor. Así pues,
estas declaraciones de Maquiavelo que representa la aborrecida
política de Napoleón III, son las que el militar perteneciente a la
policía del zar plagió componiéndolas a su manera para acabar
presentándolas como los «Protocolos de los Sabios de Sión». La
política de Napoleón III no pretendía la destrucción mundial; no tenía
nada de bolchevique.
La conclusión es clara: Una obra que
encaja en las circunstancias concretas del medio ruso con un escrito
apócrifo destinado a desacreditar a los judíos y sus compañeros de
viaje los masones.
Todo esto se sabe desde 1921, pero
sigue ignorándose en nuestros días. Los Protocolos se siguen
publicando y se sigue creyendo en esa fabulación.
Extractado de: José
A. Ferrer Benimeli (Universidad de Zaragoza), El contubernio judeo-masónico-comunista,
Madrid, 1982, pp. 135- 190.
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